viernes, 17 de abril de 2015

Roberto Santoro, pequeña aproximación a los recuerdos

viernes, 17 de abril de 2015
por Pablo Campos
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foto archivo Rafael Vasquez
Es imposible hablar de Barrilete sin antes hablar de Roberto Santoro. Alma mater de la revista, imán de jóvenes poetas en busca de una identidad y de otros no tan jóvenes deslumbrados por su personalidad y poesía. Roberto es el claro representante de una nueva promoción de poetas que en los primeros años de la década del sesenta irrumpieron con brío en la escena cultural de Buenos Aires. Vanguardista, su poesía recorrió el camino que dejaron los poetas sociales de las generaciones del 22, pero con una impronta nueva, conjunción del despertar de ideas rebeldes en todo el mundo y sobre todo de una mirada personal sobre los detalles cotidianos de la vida.

En la promoción de poetas del sesenta uno puede respirar la necesidad impiadosa de romper, como dice Hector Negro, con las capillas literarias y llevar la poesía a donde es desconocida, a la gente. Y Roberto no fue la excepción, sino todo lo contrario, un gran trabajador de este principio. Rafael Vásquez en  libro “Informe sobre Santoro”, gran aporte en la difusión de conocer a uno de los grandes poetas de la generación del sesenta, recuerda su generosidad y pasión: “Trabajador y generoso como pocos, la pasión que puso en difundir su poesía la aplico también en dar a conocer la obra de los demás: en la revista Barrilete, en los Informes y en las carpetas de Papeles de Buenos Aires y Gente de Buenos Aires”.[1].

En esta búsqueda constante de Roberto fue imposible no acercarse a los letristas del tango, y en la belleza de sus letras encontrar grandes poetas ninguneados por la academia. Horacio Salas recuerda su primer encuentro con palabras que nos llevan a caminar junto a ellos: “Roberto cumplía el servicio militar en la Marina y apareció rapado y con uniforme blanco. A mi derecha había una silla desocupada, se sentó y al poco rato me leyó un poema; seguramente le conteste con otro. Pronto advertimos que nos interesaban las mismas cosas: Buenos Aires, el tango, el futbol, la gente concreta. Al salir caminamos varias cuadras por Rivadavia repitiendo versos de Manzi, Cadícamo o Discépolo.” [2] Poetas del tango que en las páginas de Barrilete supo darles espacio y homenajearlos.

El artista plástico Oscar Smoje quien frecuento a Roberto Santoro y fue de los artistas que colaboraron en la revista con sus trabajos en 1963[3], recuerda como desde el primer momento fue conocerlo y rápidamente sentir una gran empatía. Recuerda el particular tono de su vos, esa sensación de estar todo el tiempo recitando y fundamentalmente esa fogosidad que era la vida de Roberto, ese apasionamiento cuando hablaba por la poesía popular, por el futbol, por el tango. Inclusive cuando leía algún poema suyo, era como que se encorvaba y era un poseso, veías la pelota en vez de estar viendo a Roberto.

Su amigo, poeta y compañero en Barrilete, Carlos Patiño, define sintéticamente los recuerdos de quienes frecuentaron y disfrutaron la amistad de Roberto: “de Roberto solo podes tener lindos recuerdos, no conozco a nadie que tenga malos recuerdos de Roberto, nadie”. Mientras que la poeta Alicia Dellepiane Rawson, quien también supo formar parte del grupo Barrilete recuerda a Santoro como una persona autentica, que fue toda su vida transparente, un buen tipo.
 De la poesía, de las páginas de Barrilete, de la avenida Corrientes al puesto en el mercado de colegiales. Roberto entendía que la poesía estaba en todas partes, por eso quizás la necesidad desde el primer número de El Barrilete de rescatar a los letristas del tango como grandes poeta, quizás sus primeros maestros. Si en algo sobresalen los sesenta es en la lucha de ideas que sobrevoló la década. Roberto, desde la poesía, supo levantar su barricada y ser parte de esa lucha.

Las últimas palabras que recibió Carlos Patiño antes de su exilio por parte de Roberto fueron “…a lo mejor llego vivo”.



 




[1] VASQUEZ, Rafael. Informe sobre Santoro. Buenos Aires. Libros de Tierra Firme, 2003. Pag.16.
[2] AAVV. De Santoro”. Ediciones del Rescate, 1979. Pag. 80.
[3] SMOJE, Oscar. “El Barrilete N°2”. Septiembre 1963. Pag.3

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