Lo sucedido el 3 de junio fue una muestra de cómo un reclamo de género termina convirtiéndose en un reclamo de la sociedad en su conjunto que se interpela sobre parámetros culturales vigentes pero arcaicos, y en la necesidad de cambio, de maduración, de igualdad.
La violencia
de género sobre las mujeres, en un acto de posesión sobre ellas, es cultural,
es producto de una sociedad machista que se repite de generación en generación.
“El algo
habrá hecho” tan lamentablemente vigente que señalo a los desaparecidos durante décadas, hoy señala a las mujeres que
sufren femicidio. Si, me tomo el atrevimiento de la comparación, porque las
construcciones culturales e ideológicas que llevaron a ese pensamiento son las
mismas que llevan a culpar a las víctimas y defender a los victimarios, por eso
para lograr los cambios culturales superadores como sociedad lo primero y
primordial es visibilizar el problema. El 3 de junio fue eso, fue visibilizar el
problema, fue un punto de partida, fue comprometer a todos, sin importar
genero, en buscar cambiar a la sociedad machista vigente.
El 3 de
junio la sociedad no marcho solo en contra de la golpeadores, asesinos, de la
violencia de género (que no es poca cosa) también marcha reclamando a un estado
que se haga carga, que cumpla mínimamente las leyes, por una sociedad que no
justifique la violencia en los actos de las mujeres, por una justicia que
proteja y defienda a quien es agredida y no que luego de recibir una agresión
física, deba recibir una agresión psíquica por quienes deben contenerla y
protegerla.
Si como
sociedad no nos interpelamos y nos exigimos compromiso, es imposible exigírselo
al estado. Los estados cambian bajo la presión de las sociedades, de lo
contrario se mantienen rígidos. Hoy vivimos un periodo de constante
efervescencia popular, de constante
dialogo, en donde la sociedad interpela, apoya, rechaza, se manifestó, en donde
el estado le es imposible ser rígido y debe amoldarse constantemente.
Ni una menos
es un grito junto a muchos gritos que están luchando por que los reconozcan,
luchando por sus derechos a ser libres, a ser reconocidos como individuos
plenos de derecho. Como no gritar junto a “ningún pibe nace chorro”, aquellos
que también sufren la discriminación y cosificación del estado y el poder
judicial tanto como las víctimas de violencia de género.
Ni una menos
también es un llamado de atención. En una década de grandes ampliaciones de
derechos, aun falta, falta mucho. Falta legislación, falta políticas educativas
sin las cuales es imposible lograr un cambio de paradigma cultural, falta el
derecho al aborto, falta dejar de mirar para otro lado y pensar “por algo será”
/ “algo habrá hecho”.
Reafirmo, Ni
una menos no es solo una marcha, es el principio de un camino que debe recorrer
una sociedad que quiere superarse y dejar atrás actos culturales que denigran y
nos hacen estancarnos, retroceder. Las MUDAS dejaron de callar.
Muda
Ante un
silencio impuesto
forzoso
el aire que
respiramos
duele.
El silencio
no nos habla
nos grita
nos señala
con una pregunta incomoda.
No encontrar
tu mirada
transmite la
desesperación
de estar
sola.
Tu presencia
corre las
cortinas del sistema,
nos zambulle
en un mundo
donde la
certeza no existe .
Ahora
por fin
que te vemos
irse no
sirve.
Algunas
puertas
cuando se
abren
son
transparentes.
Tu no estar
es la dura
presencia
de saber que
seguís estando
donde no
sabemos.
La pregunta
no tienen
fin en una respuesta,
tiene
trágico final
y nos
desnuda la helada piel.
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