Por eso comparto con ustedes este articulo de un grupo de Curas totalmente distintos a Bergolio y cia. Donde encontraran unas reflexiones sumamente interesantes sobre la Iglesia, la SRA, los medios de comunicación, e intentar un aprendizaje a la sabiduría aborigen.
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Desde hace ya más de 20 años, el Grupo Nacional de Curas en la Opción por los pobres nos reunimos en nuestro encuentro anual. Convencidos que Dios nos invita a decir una palabra, quisiéramos decirla para acompañar a nuestros hermanos y hermanas en estos momentos que nos tocan vivir como nación.
Creemos que estamos en momentos de serias dificultades, pero a su vez, momentos de esperanza, momentos de desafío como pueblo.
Vemos que hay fuerzas muy poderosas que quieren frenar todo camino que ayude y aliente espacios de vida y de justicia: fuerzas que se desentienden totalmente de la realidad de los pobres, aunque los utilicen para sus propios fines; fuerzas que sólo buscan enriquecerse, aunque empobrezcan más y más la tierra, las aguas y los hermanos; fuerzas que no temen manipular la opinión pública y si fuera necesario acompañar todo proceso destituyente mirando sólo sus propios intereses y no el bien común; fuerzas sólo preocupadas por el incremento ilimitado de su patrimonio sin una genuina preocupación por una justa distribución de la renta, la tierra y la vida digna. Pero vemos también espacios de vida y esperanza que nacen particularmente de los pobres, de su fe, de su resistencia y su amor a la vida. Entre unas y otras queremos destacar particularmente:
- vemos palabras y actitudes antidemocráticas y sumamente peligrosas para nuestro futuro en dirigentes sociales, políticos, sindicales y eclesiásticos de nuestro país y del extranjero;
- vemos con alarma - también en nuestro país y el extranjero- un aumento del poder y la influencia de los medios de comunicación, capaces de instalar candidatos y temas, y a su vez de voltearlos sin preocuparse en nada por el bien de la patria y la vida de los pobres;
- vemos un peligroso recrudecimiento de tensiones ideológicas, que nos recuerdan los peores momentos de nuestra historia, y del mundo;
- vemos una crisis peligrosa de legitimidad en todos los ámbitos de lucha y participación ciudadana, especialmente el ámbito político, que desalienta o banaliza los espacios de transformación de la sociedad, alentado por el descrédito de la política y los políticos, la sensación y convencimiento generalizado de corrupción y enriquecimiento ilícito, y la imagen frecuentemente alentada desde los medios de que no se puede cambiar la sociedad "tal como está".
- un reforzamiento político de los sujetos de poder absolutamente indiferentes a la vida y muerte de los pobres, sean personajes de la llamada "Mesa de enlace", de agrupaciones empresarias -sean la Unión Industrial o la autodenominada Asociación cristiana de Dirigentes de Empresa, o sectores de la política, muchos de ellos triunfantes en las recientes elecciones;
- la preocupante crisis económica internacional de la que no se ve, al menos por ahora, una salida segura, especialmente por los nocivos efectos que produce entre los pobres, y de la que nos resulta incomprensible que se rescate a bancos, causantes una vez más de la crisis, y no a las víctimas, que la padecen, del propio país o del extranjero;
- algunos preocupantes indicios internacionales que nos urgen a permanecer alerta, también por las habituales repercusiones futuras en nuestro país, como las revueltas en Santa Cruz de la Sierra, Bolivia; las matanzas de indígenas en Perú; y particularmente las nuevas bases militares de los EEUU en Colombia y el golpe de estado en Honduras (sin ignorar, en esto, la pobre reacción de sectores de altas jerarquías eclesiásticas de algunos de estos países):
- una constante utilización de los pobres para aprovecharse de ellos, para crear clima de descontento, provocar sensación de malestar sin estar realmente preocupados por la situación concreta, de los pobres concretos; sin atacar o denunciar las verdaderas causas de la pobreza -el sistema capitalista del que no terminamos de desprendernos-, sino aprovechar su situación en favor del propio proyecto personal o corporativo;
- Una capacidad grave y preocupante de los MCS -particularmente de los grandes oligopolios multimediáticos- de instalar agendas, imponer temas a la sociedad, o personajes como salvadores o adversarios del presente y el futuro, siendo que en muchísimos casos no parecen responder a una sincera pasión por la verdad sino a intereses políticos o económicos que nunca se han caracterizado por defender a los pobres y sus proyectos.
- Una dolorosa incapacidad de ciertos sectores de la jerarquía eclesiástica, que proponen modelos eclesiales de siglos pasados y parecen incentivar cazas de brujas y no modelos capaces de dar la vida por su pueblo, la liberación y el florecimiento del reino de Dios.
Pero vemos también señales de esperanza que nos alientan:
- para empezar, señales de vida que percibimos y celebramos en medio de la misma gente a la que acompañamos y de la que aprendemos a diario;
- una serie de caminos y proyectos que nos invitan a recordar que "otro mundo es posible" y presentan pequeños o grandes signos de resistencia y vida como vemos en comunidades, pueblos o en algunos dirigentes sociales y gobiernos de países hermanos;
- el camino de nuevas organizaciones, de participación ciudadana, redes sociales particularmente entre los pobres, y el fortalecimiento de la sociedad civil;
- como signo fuerte de todo esto, no podemos menos que mirar con admiración y gratitud la capacidad de nuestros hermanos indígenas en su amor, respeto y cuidado a la madre tierra y su capacidad de encuentro con los demás para luchar juntos por una tierra sin males. Capacidad que, sin dudas, queremos aprender y acompañar en nuestras vidas y comunidades. (hace 500 años quien se hubiera imaginado un cura admirando a las cultural autoctonas de estas tierras)
Somos curas que queremos caminar en medio de nuestro pueblo, acompañando los dolores y las celebraciones. Y sabemos que muchas veces no hemos sabido serlo. Hay entre nosotros anti-testimonio, que a nosotros nos duele y a ustedes los lleva al descrédito y la desesperanza; hay miembros de nuestra comunidad eclesial que niegan sus raíces, que se manifiestan cercanos al poder y lejanos de los dolores y opresiones, o incluso desconectados gravemente de la realidad, o silenciosos ante palabras claras que se nos reclaman. Por eso queremos renovar cada día nuestra opción y compromiso de ser fieles al evangelio de Jesús, el que anuncia buenas noticias a los pobres, a la Iglesia que el gran profeta Juan XXIII llamó "Iglesia de los pobres" y al pueblo del que somos parte y al que queremos servir con nuestras limitaciones pero con nuestra pasión por la justicia y la vida.
Contamos con todos estos signos de vida y del reino de Dios, y con ustedes para buscar juntos que florezca la vida que Dios sigue sembrando entre nosotros.
Florencio Varela, 13 de agosto de 2009
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