Eso que Camus le hace pensar a Jan, en El Malentendido, y lo obliga a decir que es el deseo de volver a la casa, a la Madre. Eso que en boca de personajes franceses no nos asombra, pero que nosotros no entendemos para nosotros, que nos revuelve porque pensamos en banderas verticales y resolvemos en sudores más o menos agresivos o compungidos, cuando lo referimos a la Argentina. Eso que en la boca de Jan entendemos perfectamente, pero que nos suena a chatarra ganaderil cuando la invocamos en el silencio de de nuestras soledades y nos sentimos - se sienten - despreciados, ignorados, manoseados por la grande Europa, por la divina Norteamérica. Y por la estrecha y sucia Sudamérica. Ignorados por el pastor de las montañas suizas. E ignorado por el pastor de la Puna boliviana. Nadie nos enseñó qué cosa era la patria. Yo la he buscado donde llegaba mi mano. Pero mi mano llegaba demasiado cerca. Me llevaba hasta las palabras de Lugones, por ejemplo. Pero Lugones me mostraba una patria que no existe. Que ni siquiera sé verdaderamente que haya existido jamás. Una patria que me parece inventada en la polvareda de un malón, o en la trastienda de un mercero andaluz en la vieja calle Victoria. Lugones me hablaba de una patria escondida en la grandiosa epopeya de Guemes o en la sabiduría burilada de sus montañas de oro. Tampoco me alcanzaba para llegar más allá de ese Borges que tampoco me mostró mi patria. Porque me la escamoteaba en alguna memoria enciclopédica, me la enturbiaba de pudor, como los cristales de un anteojo viejo y mal colocado sobre la nariz ridícula de un judío asesinado en Buchenwald. Y como Borges no le gustaba la patria verdadera, se inventó otra de uso particular y privado, llena de rabinos inexistentes o malevos descrenchados. Y cuando la creí descubrir en un coche donde Quiroga viajaba al muere, o en la pared rosada de un almacén suburbano, resulta que Borges la había arrumbado despreciativamente en el Museode Luján, y al almacén lo había echado abajo para comprarse un libro sobre las sagas vikingas del siglo XII.
Fritos y Pasteles Césareo Bernardo de Quiros 1881-1968 |
extracto del cuento "Fritos y Pasteles", de Martín Campos
El Almanaque. Editorial Sudestada. Bs As 1969
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